El gobierno temería que el 8 D se desate el
poscristinismo
Un fracaso en la ofensiva contra Clarín
podría precipitar las cosas.
La presidente corre el riesgo
de quedar atrapada en la trampa que ella mismo fabricó. Impresionado por la
magnitud de la movilización opositora del 13-S, el gobierno reaccionó
inmediatamente lanzando la operación del 7 D. Habría calculado que iniciando el
desmantelamiento del Grupo Clarín haría una enorme demostración de poder que le
permitiría salir de su mala racha y hasta repuntar en las encuestas, que le son
esquivas desde hace más de 6 meses. Pero CFK, pese a ser una exitosa abogada,
cometió un gravísimo error al plantear su estrategia: le puso fecha a una
cuestión sometida a las marchas y contramarchas judiciales, con plazos
imposibles de precisar. La ingenuidad del cristinismo al pensar que se
aseguraría fácilmente la complacencia judicial para que Martín Sabbatella
aplicara de oficio el artículo 161 de la ley de medios, se está convirtiendo en
una angustiosa carrera contra el calendario. En esta maratón por controlar el
juzgado Civil y Comercial N° 1, las salas de este fuero y asegurarse así un fallo
que obligue al Grupo Clarín a desprenderse de licencias, el gobierno recusó a
varios magistrados; forzó la renuncia del juez Raúl Tettamanti y de los
camaristas Martín Farrell y Santiago Kiernan; denunció penalmente a los
camaristas Ricardo Recondo y De las Carreras, e impulsa la sanción de una ley
para llevar rápidamente el caso a la
Corte por vía del per saltum. Clarín ya solicitó la
ampliación de la cautelar que vence el 7 D y podría conseguir que la Cámara le dé la razón. Y si
esto no ocurriera, podría intentar llegar a la Corte invocando el per saltum, que el
kirchnerismo está a punto de convertir en ley para asegurarse una instancia más
si la Cámara
se pronuncia en su contra. Como es sabido, la Corte no tiene plazos para expedirse y hasta
podría rechazar un pedido de per saltum por la causa Clarín.
Con este panorama, el 7D se
insinúa como la continuación de una larga guerra de trincheras y de ningún modo
la batalla decisiva que sobrevendió el gobierno. Los efectos políticos de que
el 7 D se desinflen las expectativas pueden no ser menores. En privado, muchos
gobernadores e intendentes del PJ están cada vez más inquietos. Con la economía
estancada y la inflación en alza, las banderas de la reelección de Cristina, La Cámpora y el cepo
cambiario no parecen ser las mejores para recaudar votos. No por nada Daniel
Scioli y Sergio Massa se fotografiaron juntos por primera vez en mucho tiempo.
Subyacería entonces la idea de que, para evitar una pérdida importante de
votos, el FpV debe girar hacia un discurso más moderado y que sería también
conveniente que la presidente no sea la protagonista central de la campaña
electoral y que las listas sean encabezadas por candidatos que no provoquen el
rechazo de la clase media, irritada con el gobierno. En otras palabras, que el
peronismo debería empezar a transitar su etapa poscristinita. Un fracaso
oficial el 7 D podría entonces dinamizar este proceso. Un símbolo de la
parquedad en política, como es Carlos Reutemann, salió de su mutismo para
expresar que Scioli está en carrera y que se descarta la reelección. Horas
antes, 28 senadores nacionales de la oposición se habían pronunciado contra
esta última. Para el cristinismo es de fundamental importancia ganar tiempo, es
decir, plantear que recién después de las elecciones del año que viene se
definirá si la reforma constitucional y la reelección son o no viables. Pero un
fracaso del 7 D podría tener la suficiente fuerza como para herir gravemente el
proyecto continuista precipitando tal vez señales de indisciplina en las filas
del PJ. En este marco, juega también el duro golpe que el kirchnerismo acaba de
darle al socialismo con el caso Tognoli, que fue investigado reservadamente por
una fuerza federal, la Policía
de Seguridad Aeroportuaria, sin informar a las autoridades santafesinas. Andrés
Larroque, con su exabrupto al denunciar el” narcosocialismo”, sobreactuó pero a
la vez fue coherente con el que sería el objetivo de la Casa Rosada. Esto es,
producir una crisis en el FAP que permitiría que algunos críticos de Binner y
Antonio Bonfatti vuelvan al kirchnerismo. Y, de este modo, mejorar el
posicionamiento del FpV santafesino para ganar las elecciones del 2013. No es
casual entonces que dirigentes del PJ santafesino hallan mencionado un posible
pedido de intervención federal de la provincia.
Macri por el
equilibrio
El riesgo para el gobierno de
que el 8 D se acelere la marcha hacia el poscristinismo tiene también otras
aristas. A Mauricio Macri, por ejemplo, no le convendría en modo alguno que
Scioli, José Manuel de la Sota
y los propios gobernadores oficialistas consigan imponerle condiciones a la
presidente. Si esto ocurriera, el gobernador bonaerense empezaría a lucir como
el candidato natural del peronismo para el 2015 y el jefe del PRO podría perder
espacio, ya que muchos de los dirigentes peronistas que hoy lo siguen
cambiarían de rumbo hacia La
Plata. Anteayer Mauricio Macri participó en Lanús de un acto
político por primera vez este año y prefirió no atacar a Cristina Kirchner,
luego del acuerdo con el kirchnerismo para sancionar varias leyes en la
legislatura porteña. Tres meses atrás, cuando tuvo lugar la crisis entre Scioli
y CFK por el pago del aguinaldo en Buenos Aires, aquél terminó bajando el
perfil, dando la impresión de que cedía terreno. Esto produjo una importante
aproximación de dirigentes peronistas hacia Macri. Ahora Scioli, desde su bajo
perfil, parecería transmitirle a la dirigencia que él estaría en capacidad de
torcerle el brazo a Cristina sin romper relaciones con ella. Una operación que,
obviamente, presenta múltiples dificultades.
Carlos Tortora