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lunes, 5 de noviembre de 2012


El gobierno temería que el 8 D se desate el poscristinismo

Un fracaso en la ofensiva contra Clarín podría precipitar las cosas.

La presidente corre el riesgo de quedar atrapada en la trampa que ella mismo fabricó. Impresionado por la magnitud de la movilización opositora del 13-S, el gobierno reaccionó inmediatamente lanzando la operación del 7 D. Habría calculado que iniciando el desmantelamiento del Grupo Clarín haría una enorme demostración de poder que le permitiría salir de su mala racha y hasta repuntar en las encuestas, que le son esquivas desde hace más de 6 meses. Pero CFK, pese a ser una exitosa abogada, cometió un gravísimo error al plantear su estrategia: le puso fecha a una cuestión sometida a las marchas y contramarchas judiciales, con plazos imposibles de precisar. La ingenuidad del cristinismo al pensar que se aseguraría fácilmente la complacencia judicial para que Martín Sabbatella aplicara de oficio el artículo 161 de la ley de medios, se está convirtiendo en una angustiosa carrera contra el calendario. En esta maratón por controlar el juzgado Civil y Comercial N° 1, las salas de este fuero y asegurarse así un fallo que obligue al Grupo Clarín a desprenderse de licencias, el gobierno recusó a varios magistrados; forzó la renuncia del juez Raúl Tettamanti y de los camaristas Martín Farrell y Santiago Kiernan; denunció penalmente a los camaristas Ricardo Recondo y De las Carreras, e impulsa la sanción de una ley para llevar rápidamente el caso a la Corte por vía del per saltum. Clarín ya solicitó la ampliación de la cautelar que vence el 7 D y podría conseguir que la Cámara le dé la razón. Y si esto no ocurriera, podría intentar llegar a la Corte invocando el per saltum, que el kirchnerismo está a punto de convertir en ley para asegurarse una instancia más si la Cámara se pronuncia en su contra. Como es sabido, la Corte no tiene plazos para expedirse y hasta podría rechazar un pedido de per saltum por la causa Clarín.

Con este panorama, el 7D se insinúa como la continuación de una larga guerra de trincheras y de ningún modo la batalla decisiva que sobrevendió el gobierno. Los efectos políticos de que el 7 D se desinflen las expectativas pueden no ser menores. En privado, muchos gobernadores e intendentes del PJ están cada vez más inquietos. Con la economía estancada y la inflación en alza, las banderas de la reelección de Cristina, La Cámpora y el cepo cambiario no parecen ser las mejores para recaudar votos. No por nada Daniel Scioli y Sergio Massa se fotografiaron juntos por primera vez en mucho tiempo. Subyacería entonces la idea de que, para evitar una pérdida importante de votos, el FpV debe girar hacia un discurso más moderado y que sería también conveniente que la presidente no sea la protagonista central de la campaña electoral y que las listas sean encabezadas por candidatos que no provoquen el rechazo de la clase media, irritada con el gobierno. En otras palabras, que el peronismo debería empezar a transitar su etapa poscristinita. Un fracaso oficial el 7 D podría entonces dinamizar este proceso. Un símbolo de la parquedad en política, como es Carlos Reutemann, salió de su mutismo para expresar que Scioli está en carrera y que se descarta la reelección. Horas antes, 28 senadores nacionales de la oposición se habían pronunciado contra esta última. Para el cristinismo es de fundamental importancia ganar tiempo, es decir, plantear que recién después de las elecciones del año que viene se definirá si la reforma constitucional y la reelección son o no viables. Pero un fracaso del 7 D podría tener la suficiente fuerza como para herir gravemente el proyecto continuista precipitando tal vez señales de indisciplina en las filas del PJ. En este marco, juega también el duro golpe que el kirchnerismo acaba de darle al socialismo con el caso Tognoli, que fue investigado reservadamente por una fuerza federal, la Policía de Seguridad Aeroportuaria, sin informar a las autoridades santafesinas. Andrés Larroque, con su exabrupto al denunciar el” narcosocialismo”, sobreactuó pero a la vez fue coherente con el que sería el objetivo de la Casa Rosada. Esto es, producir una crisis en el FAP que permitiría que algunos críticos de Binner y Antonio Bonfatti vuelvan al kirchnerismo. Y, de este modo, mejorar el posicionamiento del FpV santafesino para ganar las elecciones del 2013. No es casual entonces que dirigentes del PJ santafesino hallan mencionado un posible pedido de intervención federal de la provincia.

Macri por el equilibrio

El riesgo para el gobierno de que el 8 D se acelere la marcha hacia el poscristinismo tiene también otras aristas. A Mauricio Macri, por ejemplo, no le convendría en modo alguno que Scioli, José Manuel de la Sota y los propios gobernadores oficialistas consigan imponerle condiciones a la presidente. Si esto ocurriera, el gobernador bonaerense empezaría a lucir como el candidato natural del peronismo para el 2015 y el jefe del PRO podría perder espacio, ya que muchos de los dirigentes peronistas que hoy lo siguen cambiarían de rumbo hacia La Plata. Anteayer Mauricio Macri participó en Lanús de un acto político por primera vez este año y prefirió no atacar a Cristina Kirchner, luego del acuerdo con el kirchnerismo para sancionar varias leyes en la legislatura porteña. Tres meses atrás, cuando tuvo lugar la crisis entre Scioli y CFK por el pago del aguinaldo en Buenos Aires, aquél terminó bajando el perfil, dando la impresión de que cedía terreno. Esto produjo una importante aproximación de dirigentes peronistas hacia Macri. Ahora Scioli, desde su bajo perfil, parecería transmitirle a la dirigencia que él estaría en capacidad de torcerle el brazo a Cristina sin romper relaciones con ella. Una operación que, obviamente, presenta múltiples dificultades.
                                                                               Carlos Tortora