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sábado, 5 de diciembre de 2015

POR QUE SE DICE "PATO VICCA"

La verdadera historia del “Pato Vicca”




En la década de 1930, el uruguayo Víctor Casterán construyó en Ingeniero Maschwitz (al norte del Gran Buenos Aires) un establecimiento modelo para la cría de patos, un imperioque fue el legido de las grandes personalidades de la historia mundial. 

En el barrio “Los Ñanduces” se eleva la estructura, plena de gracia y elegancia, conocida localmente como La casona o el Castillo de Pueyrredón .
Alrededor del castillo se entretejen historias y anécdotas que, justamente como los vinos finos, ganan en espíritu y sabor con el paso de los años.

 En esta nota destapo la botella y dejo fluir la historia de una época en especial del castillo. La de Víctor Casterán y su imperio de los Patos Viccas.
 En los años 30, compra la casa Víctor Casterán, un empresario dinámico y emprendedor que, entre otras muchas actividades, importaba productos tan dispares como azúcar y tractores.

 Un buen día Casterán tuvo la feliz iniciativa de criar unos patos, al principio no fue más que un mero pasatiempo, un hobby en el que desarrolló un pato de magníficas cualidades nada más que para el consumo casero y para satisfacer sus apetencias culinarias. Sin embargo, con el correr del tiempo, ese emprendimiento creció y creció hasta convertirse en el establecimiento de su tipo más grande de Sud América y ciertamente uno de los más famosos del mundo entero.



 Los Patos Viccas, cuya marca deriva de Víctor Casterán se impusieron no sólo en el mercado local sino también en los más importantes y sofisticados del mundo.
 Eran famosos por la abundancia, contextura, digestibilidad y sabor de su carne, su “doble pechuga" iba a convertirse en una característica invariable y apetecida.
 Fue justamente esa característica que hizo que se denominaran popularmente a generaciones de fisicoculturistas con el apodo de "Patos Viccas", por la manera en que desarrollaban pecho y músculo con pesas y ejercicios.

La Granja Patos Viccas se extendía desde la Ruta 26 al arroyo Escobar, entre la calle Los Ñandúes y Echeverría.

El establecimiento: Donde estaba y que queda de el
 El ingreso al establecimiento se efectuaba por la Ruta 26 (pavimentada desde la antigua Ruta 9 hasta la entrada).
Dicho ingreso estaba flanqueado por 2 pilares rematados con grandes bochas redondas de piedra (hoy queda en pie un pilar sin la bocha).
Sobre el camino de entrada, hoy Los Ñanduces, se encontraba la balanza, luego llegando a la esquina (actualmente calle Monteagudo) se ubicaban las oficinas, a continuación hacia la izquierda el depósito de productos (patos envasados, paté, pato en escabeche, etc.). Más allá estaban el molino, los galpones “madre", después el matadero, el frigorífico con capacidad para 12.000 patos, y finalmente los alojamientos del personal.

 En el arroyo Escobar se construyeron compuertas (restos de las cuales se pueden reconocer hoy en día) con una separación de más de 400 mts. que permitían elevar y regular el nivel del arroyo.

 Este amplio espejo de agua era el hábitat de una enorme cantidad de patas ponedoras.
 A los costados había plantaciones de limones, naranjos y pomelos, árboles que además de proveer frutas, servían de reparo a los patos cuando salían del agua.


 Su cuantiosa producción de huevos era recogida y colocada en incubadoras, dispuestas en un galpón de unos 50 x 40 mts., con una capacidad para 50.000 huevos. Una vez nacidos los patitos eran llevados a los “galpones madre”. Alimentados a suero de leche, leche y cereales. A las 8 semanas los patos Viccas estaban listos para el mercado.

 El guano que producían era muy solicitado por poseer altos valores fertilizantes debido a la calidad de los alimentos con que se engordaba a los pichones. Se almacenaba en grandes tolvas que descargaban sobre camiones que venían a buscar el producto.

Relato del ultimo trabajador de la empresa  
Mariano Pahor quien nos relata con precisión y lujo de detalles lo comentado anteriormente, vivió y trabajó en la granja. Su madre María Blanca, fue la cocinera de Víctor Casterán y su padre Francisco hacía de mayordomo. Mariano guarda muy gratos recuerdos de aquellos años y en especial del que fuera su patrón Don Víctor.


 A Mariano le tocaba hacer lo repartos de las patos a los principales hoteles y restaurantes de la Capital y alrededores. Una gran cantidad de patitos recién nacidos eran exportados en cajas, vía Pan Am a Estados Unidos y otros países.

 Los pichones podían sobrevivir sin agua ni alimento los 3 días que demoraba su entrega gracias al cascarón del huevo que consumían para abrir su salida al nacer. Este cascarón resultaba alimento suficiente para la duración del viaje. La Granja Patos Viccas llegó a emplear 85 personas más otra cantidad adicional en las explotaciones agrícolas aledañas, e inclusive en un criadero de pollos que impresionaría como de una envergadura considerable, si es que no se lo comparaba con el de los patos.

Del otro lado de la Ruta 26 se extendía la plantación de naranjos cuyos frutos eran de tamaño y sabor realmente sobresalientes. Esta plantación habría de dar el nombre al Barrio Los Naranjos. Con el crecimiento y la fama adquirida por "Patos Viccas" se multiplicaban las visitas a la granja de dignatarios, políticos y artistas (el "Jet Set’ de aquella época digamos, salvando el detalle que aún no volaban los "Jets”).

Visitantes ilustres
 Niní Marshall la gran diva del cine cómico, era una visita frecuente. Sofía y Olinda Bozán venían regularmente. El Príncipe de Gales, cuando pasó por la Argentina, estuvo en la granja. Edelmiro J. Farrel, siendo Presidente de la Nación visitó la casa. Por razones de seguridad, o por algún otro motivo sobre el que sólo podemos conjeturar, Farrel se encontraba en lo de Casterán pero "oficialmente" navegaba a bordo del yate presidencial Tecuara. Ricardo Fisch hijo del Dr. Ricardo Fisch, amigo de Víctor Casterán, recuerda de niño escuchar a su padre (que hablaba francés) actuar como intérprete de la famosa Josefine Baker para el dueño de casa.
 
El Marajá de Kapurtala y su comitiva 
 Una de las visitas más conspicuas y extravagantes era nada menos que el mismísimo Marajá de Kapurtala que arribaba con todo su séquito compuesto por sirvientes, secretaria, mayordomo, cocinero e inclusive un “probador" que debía correr el riesgo de degustar los alimentos que luego se le habrían de servir al Marajá.
También traía alimentos y especias exóticas en gran abundancia.
Sólo nos podemos imaginar las comidas exquisitas que se prepararían con patos especialmente seleccionados con el agregado de curries y salsas hindúes en manos de la creatividad culinaria conjunta del cocinero del Marajá y doña María Blanca.

La verdadera historia de un mendigo que termino príncipe
Don Victor Casteran un dandy 

 Casterán, de nacionalidad uruguayo, había quedado huérfano de muy joven. A los 12 años embarcó en Montevideo como polizón en un carguero con destino a los Estados Unidos. En relación a esta época, Ricardo Fisch hijo nos relata otra anécdota, tan pintoresca como de hondo significado: En el castillo nunca jamás se servían bananas. El motivo estaba íntimamente arraigado en esa época de la juventud de Víctor en que anduvo deambulando por Nueva York pobre y sin trabajo.

 En esas circunstancias solía encaminarse hacia el puerto donde recogía y comía los deshechos de las bananas que descargaban los barcos. De esta manera logró sobrevivir para que posteriormente, como en las películas, su destino se revertiera en forma espectacular.
 No obstante, el recuerdo de aquella época de penurias lo afectó profundamente.
 De allí su aversión por las bananas y la orden de no servirlas.

Angelita Pahor, la hermana de Mariano, también vivía con su familia en la granja. Nos relata que se sentaba a la mesa con Casterán y sus invitados, aunque concluída la comida iba a la cocina a lavar los platos. Al igual que su hermano, recuerda a Don Víctor como "una gran persona".Agrega que su patrón fue dueño del Tabaris, el inolvidable reducto de la noche porteña. También tenía caballos de carrera y fue uno de los fundadores de Pinamar.
Casterán y el Dr. Fisch tenían en condominio unos terrenos que en el año 1940 donaron al Automóvil Club Argentino.

 El A.C.A. construyó sus instalaciones sobre la vieja Ruta 9. Luego con el advenimiento de la Panamericana demolieron y volvieron a construir en su ubicación actual, siempre dentro de los mismos terrenos. Casterán tenía el Restaurante “Parador Viccas”, ubicado donde hoy está la "Colectora Oeste” unos 100 mts. al sur del A.C.A.

El acceso era por la antigua ruta 9, por supuesto, los platos preferidos eran los Patos Viccas en una extensa carta de alternativas.
 La fama del Restaurante trascendió mucho más allá de los límites de Maschwitz. La edificación que tenía techo de paja, un día en los años 40, se incendió, cerrando por esta razón definitivamente.

 Con la muerte de Víctor Casterán, el 18 de Diciembre de 1943, la granja se traslada a las orillas del río Luján y con el paso de los años ya sin la tutela de su creador, el imperio Viccas fue perdiendo brillo y termino en el olvido de los tiempos, engrandeciendo la leyenda del pueblo de Ingeniero Maschwitz  .


Curiosidades

Casterán denominó al producto con las tres primeras letras de su nombre más las tres de su apellido: así nació el Pato Viccas.

 Una de las tantas variaciones de la historia agrega que una tarde un empleado del criadero que estaba en una playa vio pasar a un grupo de muchachos musculosos y de gran porte y -sin dudarlo- de inmediato los comparó con "los patos de Vica".

Es otra de las tantas anécdotas vinculadas al por qué de la denominación de estas personas, término que algunos de ellos consideran despectivo.

La referida planta contaba con cámaras frigoríficas para 12.000 patos, se consumían 1.200 litros de leche y 10.000 kilos de cereales por día. Una dotación de 70 trabajadores prestaba servicios en ella y, además, disponía de consultorio médico, enfermería, comedor, cancha de bochas y radio, todo para uso del personal y familia.